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Desordenando
el
caos.
Los productos de consumo, los de desapego, la producción, la
familia, el
aprendizaje y el olvido que la sociedad impone a ese aprendizaje. Las
conexiones
neuronales y el cierre de esas conexiones. Todos y cada uno de los
elementos que
conforman el entorno humano producen la sensación de caos.
Por otro lado, el
aumento de los recursos para la comunicación han producido,
no que el grado de
la comunicación sea mayor, sino más continuo y en
más cantidad provocando en
muchos casos una sobresaturación y el correspondiente
descontrol. Sonidos de
alerta, timbres telefónicos, forman parte de nuestra
cotidianeidad y el
silencio es algo inexistente. Los tonos, politonos y todo tipo de
sonidos crean
una constante asinfonía vital. Partiendo de este caos
propongo una vuelta de
tuerca desordenándolo al convertirlo en aleatorio y
disperso. Este es el
contexto de nuestro trabajo.
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