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La light box desarrolla una
dúplice función: puede ser una obra autosuficiente o uno
de los elementos de las “instalaciones totales”: sean
espacios sensibles o arquitecturas efímeras, que la artista
construye combinando arte, arquitectura, luz, color e imaginario
biológico. Estos ingredientes compuestos por elementos reales y
virtuales (ventanas de luz, proyecciones, leds, etc.) contribuyen a
crear una puesta en escena cálida que estimula los sentidos
explorando las emociones más profundas. El color se convierte
así en una herramienta de construcción sensorial del
espacio de posibilidades ilimitadas, ya sean meramente estéticas
o más especializadas, rituales, terapéuticas,
espirituales o hipnóticas. Surgen así los meta-proyectos
(arquitecturas efímeras que nacen de un color o que cambian de
color según las horas del día), las video-instalaciones
cromáticas donde se investiga el color en sus matices más
visionarios y las narraciones temáticas sobre los puntos
energéticos del cuerpo sutil.
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