ANTONIO ALVARADO, HABLANDO A LO HUMANO.
Javier Rubio Nomblot.
El Punto de las Artes · nº 213 · 18 al 24 de octubre de 1991

Cabe preguntarse, ante obras de vocación experimental, cuyo significado aparece mas ligado a fenómenos que abarcan la totalidad de la personalidad y los conocimientos de su creador ( incluyendo aspectos probablemente desconocidos) que a posturas teóricas concretas, cual sería la forma de un trabajo plástico que liberándose de todo bagaje cultural «sacralizado», de todo recurso aprendido, reflejase tan solo la circunstancia inmediata que rodea a la persona en una época precisa, entendiendo por «circunstancia inmediata» no una cultura oficial plagada de referencias a un pasado arbitrariamente interpretado, sino aquello que se vive cuando se está en contacto con el corazón de los hombres, con su conciencia, con su dimensión más profunda y humana. En primer lugar, la obra de Antonio Alvarado (San Pedro del Arroyo, Ávila, 1950) -y la de cualquiera que rechazase las interpretaciones que de la historia del arte y de nuestra propia existencia hace la vanguardia oficial- se sitúa automáticamente en una zona marginal tan radicalmente alejada de dictados estéticos como volcada hacia lo actual, lo tangible. Por eso sentimos, ante su «arquitectura primigenia», una indefinible sensación, mezcla de desconcierto y tranquilidad, percibimos destellos de un amor por el proceso creativo íntimo, por la personalidad de los materiales nos adentramos en un espacio familiar y  protector que se muestra a sí mismo sin más misterio que el que alberga su sincronización con el presente. En segundo lugar, se trata de piezas realizadas (sobre todo las más recientes) con medios actuales, en las que la industria, pese a estar implicada directamente o a través de símbolos, no interviene como concepto, sino como proveedora de elementos y formas que -tal y como sucede en la «curva peligrosa»- invitan a una manipulación instintiva, al juego, a la invención de nuevas estéticas. Pero tal vez lo más chocante de esta obra sea que en su descontaminada naturaleza y en su forma industrial se perciba el eterno retorno de lo clásico

Critica realiza en la revista El Punto de las Artes,
con motivo de la exposición realizada en octubre de 1991.
Galería Amargord 
C/. Alfonso VI, 3l
28005 Madrid