ANTONIO ALVARADO, LA RUPTURA DEL DESORDEN. Javier Rubio Nomblot. El Punto de las Artes · nº 360. 21 al 27 de abril de 1995 Ya
en 1991 cuando tuvimos ocasión de comentar la que constituía
su primera individual en galería comercial (lógicamente, como
todos los jóvenes pintores, Antonio Alvarado se prodiga más
bien en centros oficiales y cajas de ahorros), advertimos que se
trataba, posiblemente, de uno de esos artistas
"malditos" demasiado ocupados en perseguir
implacablemente a una indescriptible quimera y en hacer del arte
ciencia -oculta- como para detenerse en el análisis de las
modas y caprichos en los que sus coetáneos se vuelcan en
masa. Algunas de las claves de su "Arquitectura
Primigenia" subsisten: el uso de materiales industriales de
un modo natural, instintivo, alejado de las dobles lecturas;
cierta voluntad transgresora y agresora que se manifiesta tanto
en los temas como en la deliberada intención de mostrar la
materia desde su ángulo menos favorecedor; y la busqueda de
temas en el entorno -urbano- más inmediato, como sus
personajes, identificados por su número de DNI y de la ridicula
letra del NIF y de la leyenda "del caos". Como la
mayoría de los jovenes de su generación, percibe la sociedad
-y en particular la identidad nacional -europea- como un absurdo
entramado especulativo financiero en que ya nadie cree y cuyo
imparable camino hacia el desarbolamiento total solo se ve
frenado día a día por el esfuerzo colectivo para poner
un remiendo, un puntal, un alambre más que lo sujete, con la
esclusiva y sana intención de aguantar hasta que llegue la
proxima paga, que ya es bastante. La diferencia está en que
Antonio Alvarado lleva ya años investigando, sugiriendo
respuestas, analizando posibilidades que cada vez parecen menos
descabelladas. Posiblemente desde esta perspectiva hayan de verse sus obras actuales, de una calidad mucho mayor que las de hace cuatro años, porque en ellas nos habla de una ruptura de la continuidad, de la introducción de interferencias, del desplazamiento aleatorio de ciertas referencias. Pintando sobre laminas que se colocan posteriormente en otro orden, sugiere que toda realidad puede ser alterada de un modo sencillo y, sobre todo, nos advierte de que el camino hacia el caos sólo puede ser interrumpido si se neutralizan la objetividad y la razón. Crítica realizada con motivo de la exposición realizada en Galería Klimt. Madrid. España. 1995. |