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Antonio Alvarado | Los Códigos del bosque | ||||||||||||
Artista cibernético y plástico. Performer. Director de Arte de Sediento. Artista exclusivo de Sediento. |
Impresión digital. 20 piezas de 70,8 x 96 cm. Dimensiones totales: 400 x 420 cm. Año de realización 2005. Una producción Sediento ![]() |
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LA OBSERVACIÓN Y EL LOGRO
Texto escrito por Manuel Pérez-Petit
para el
prólogo del catálogo impreso de la exposición: Los Códigos del
bosque, que tuvo lugar en el Centro Cultural Villa de Móstoles (Móstoles,
Madrid, España) del 1 de diciembre de 2005 al 8 de enero de
2006.
Normalmente el cronista se pregunta en tanto
observa, y es que esto forma parte de su estar y de su ser en esto de
vivir, y es que ya sabe -a base de haberse ido enterando- que la
experiencia y la diferencia se hallan en todas partes, que andan por
caminos que van de lo universal a lo concreto, que sin su presencia real y
efectiva en medio del mundo, en el mismo mundo, frente al mundo, contra el
mundo o en cualquiera de las maneras imaginables e/y/o inimaginables que
puedan existir, todo sería otra cosa, no lo que conocemos, y así la vida
es una interminable lista de preguntas que, a veces, no tienen respuesta
pero que siempre determinan lo que ha de hallarse, más allá de los
calendarios, en los territorios para los que aún no se han fabricado los
relojes adecuados. Y en este camino, a veces -sólo a veces, menos mal- se
llega a lo que de común y entrañable tenemos todos -sin excepción,
querámoslo o no, y está sin escribir el por qué de esto en el Libro de
la vida- los seres humanos, la experiencia y la diferencia se transforman
en humus y revierten como lluvia en nuestras propias existencias. Y
tampoco tendríamos por qué celebrarlo por todo lo alto como un triunfo
de nosotros mismos, sobre todo porque no se sabe dónde está la clave de
tanta magia. La capacidad de observar es netamente humana: se observa lo que se puede, en la misma medida que no siempre que se mira se ve. La clarividencia -aquella virtud que proviene de ver, no de mirar, mediante la cual cualquier ser humano podría ir más allá de la mera visión de las cosas que le rodean y extraer verdades que no existen al alcance de los ojos- es una posible -sólo posible- consecuencia de la capacidad de observación de cada uno. Y en ello está probablemente la clave del logro, en la mirada. Como en Rembrandt o como en Rilke, el artista ve y mira y observa y saca sus propias conclusiones y da en la diana haciendo cosas que no existen pero que por su propia naturaleza existen más aún que cualquiera de las cosas ya conocidas de antemano. Y Antonio Alvarado está ahí, bebe de las mismas fuentes y emerge del mismo modo. Parece que no existiera, que nunca hubiera estado, pero de sus manos nace auténtico fuego, y el fuego -ya se sabe- es uno de los elementos básicos y claves de la vida. Es sugestivo y sorprendente, porque en esto de vivir cada uno su propia vida Antonio, como si llevara una armadura y a la vez estuviera en carne viva -parece frío y hasta quizá, en algunas ocasiones, frívolo, pero en nada es nada de esto-, posee una clave propia: se rebela, vive, mira, escudriña, descompone, encuentra, crea y pasa por encima, haciéndose poseedor de muchas claves, de aquello que hace de la propia existencia algo en que se lastima todo tantas veces. Parece que no existiera pero está. Nadie que lo viera por la calle diría: "Ahí va un artista". No tiene pose. Está más por dentro que por fuera. Es, lo cual ya es bastante. Tiene la capacidad de hacer inmutables muchas cosas. Ha descubierto la clave que sobrevivirá al hombre y al mundo: tiene la cabeza llena de algoritmos matemáticos y afectos perdurables. Antonio Alvarado es así, en persona y, sobre todo, en su obra. Indaga en códigos, opiniones, sensaciones y pócimas, y halla claves y desentraña en su tarea no demasiadas pocas cosas. No en vano, va y nos dice: "El entorno que nos rodea distorsiona la realidad", desvelándonos la clave de su motor esencial de búsqueda. Puede resultar inverosímil pero es real. Y así, tiene la capacidad de llegar al logro, lo cual hoy ya no está al alcance de cualquiera. Y esta capacidad, que es hija directa de la observación, se traduce en una sencillez de formas y silencios, que aunque no es inaudita -pues nadie crea de la nada- tiene la virtud en Antonio de hacerse cosa, objeto, llave, cosa trascendente impregnada de la inmanencia de lo que de común, nuevo y antiguo y entrañable tenemos todos. Antonio Alvarado
Antonio Alvarado (San Pedro del Arroyo, Ávila, España, 1950) es artista cibernético, plástico y performer cuya obra abarca desde instalaciones, esculturas y música electroacústica hasta piezas concebidas para ordenador o para Internet. Su obra plástica ha sido expuesta tanto en una veintena de exposiciones individuales como en varias ferias internacionales y requerida para numerosas muestras colectivas. Fundador y director de La Mano de la Luna, colectivo performer con más de treinta años de evolución y una docena de obras presentadas en varios países de dos continentes. Sus obras electrónicas han sido seleccionadas para numerosos festivales internacionales y reconocida con la concesión de varias becas y ayudas a la producción por parte de entidades como el MediaLabMadrid. Comisario de exposiciones y festivales y conferenciante y escritor ocasional, es artista exclusivo y director de Arte de SEDIENTO ![]() |
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Para asuntos relacionados con la adquisición, alquiler, disposición, comunicación, promoción o uso de cualquier tipo y por cualquier medio de esta obra de Antonio Alvarado, el o los interesados deberán ponerse en contacto expresamente, vía correo electrónico, con Manuel Pérez-Petit. | |||||||||||||
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