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El
número 20 de la calle Julián Camarillo es un inmueble más del
tejido industrial absorbido por el crecimiento urbanístico del
norte de Madrid.
Hace
tiempo que esta nave industrial está condenada a desaparecer. El
crecimiento desmedido de la ciudad, las transformaciones
enfermizas de los espacios urbanos, que reclama el sector
servicios, hacen que zonas hasta hace pocos años reservadas para
usos industriales se transformen en un lugar de dominio para los
edificios de oficinas. Los cuales a su vez desaparecerán en los
próximos treinta años. Es un mundo donde lo efímero se
convierte en lo estable.
El
número 20 de la calle Julián Camarillo no es un inmueble más
del tejido industrial absorbido por el crecimiento urbanístico
del norte de Madrid. Desde hace tiempo se utiliza como almacén de
material de ayuda humanitaria, que luego se distribuye hasta zonas
castigadas del planeta.
Ambas
funciones, la industrial y la humanitaria se mezclan, juntas y
revueltas, en un espacio que nació con vocación de dejar de ser
y que en poco tiempo se transformará en otro edificio con la
misma vocación, al cual, probablemente, muchos de los que lean
estas páginas verán desaparecer.
Resulta,
pues, proverbial para la propuesta plástica y gestual de cuatro
artistas que denuncian el respectivo apogeo de los cuatro jinetes
apocalípticos en la actualidad, como plaga/presagio de conflictos
venideros, de igual manera que las fieras de la tierra, la guerra,
el hambre y la peste anteceden en el texto joánico al total
exterminio de una cultura prepotente.
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